En la Era Digital, la Inteligencia Artificial (IA) está revolucionando diversos campos, y el Derecho no es la excepción. Para comprender el impacto de esta tecnología en la práctica legal, entrevistamos al consejero-asesor de SdP Estudio Legal, uno de nuestros despachos socios, Juan Antonio Carrillo Donaire, quien además es catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Sevilla. Con su vasta experiencia, Carrillo Donaire nos ofrece una mirada profunda y experta sobre cómo la IA está transformando la abogacía, desde la mejora de procesos y la precisión del trabajo hasta los desafíos éticos y las implicaciones en la relación abogado-cliente.
Pregunta: ¿Cómo ha afectado la aparición de la inteligencia artificial (IA) al ejercicio de la abogacía en general?
Juan Antonio Carrillo: En primer lugar, hay que tener claro a qué llamamos Inteligencia Artificial. Porque en este boom de emergencia de la revolución tecnológica y de la Inteligencia Artificial, a veces llamamos Inteligencia Artificial a herramientas que no son Inteligencia Artificial. La Inteligencia Artificial, utilizando una definición normativa que es la que tiene el reglamento europeo de la Ética en la Inteligencia Artificial, es un software, una herramienta informática que a partir de una información de entrada y mediante el análisis de datos, de millones y millones de datos, es capaz de hacer interrelaciones y sacar una información de salida que, aparentemente, puede cumplir funciones de la inteligencia humana. Es decir, es capaz de analizar, es capaz de elaborar criterios, es capaz de hacer pronósticos y probabilidades y de resolver preguntas o entradas que se le han introducido al sistema de las que se desconoce cuál pueda ser la solución. Eso es la Inteligencia Artificial.
Bueno, pues hay muchísimas herramientas que no son Inteligencia Artificial, sino que son herramientas de digitalización o de automatización de procesos con o sin tratamiento de datos, y a veces se confunden.
Bueno, en el mercado, como me preguntas por las herramientas que existen en el mercado, o que facilitan o están pensadas para abogados, tenemos un poco de todo. Tenemos herramientas de digitalización, tenemos herramientas de automatización de procesos y tenemos herramientas que sí añaden un plus. Pues bien, dentro de esas que serían las propiamente herramientas de Inteligencia Artificial, yo a día de hoy haría una distinción en función de sus capacidades. Porque no está igualmente avanzada en determinadas funciones de digamos, el razonamiento jurídico, la labor de un jurista, con independencia que sea un abogado, un juez, un funcionario, alguien que tiene que tomar una decisión.
Yo te diría que a nivel de análisis de la realidad, es decir, de lo que nosotros jurídicamente podemos llamar un poco los antecedentes, lo que hay que tener en cuenta, el análisis del sistema de fuentes, las herramientas que hoy existen son muy buenas. Enormemente buenas. En un segundo paso, que es la elaboración de una fundamentación, son bastante buenas o empiezan a ser bastante buenas. Por lo tanto, la utilidad aumenta bastante. Se utilizan también para la fundamentación, incluso, y ese sería un tercer paso, para la predicción o la predicción de ciertos elementos que pueden ser interesantes o relevantes. Por ejemplo: para conocer la probabilidad de éxito que pueda tener una demanda según qué juzgado la vaya a conocer porque conoce la herramienta y analiza todo el histórico de ese juzgado o ese órgano jurisdiccional.
Donde ya empiezan a ser menos útiles es en la elaboración de aspectos de la profesión o del ejercicio de la profesión que son o que dependen un poco más de la experiencia y de la intuición del profesional. Por ejemplo: no son tan útiles en la elaboración de estrategias o en la medición de riesgos ligados a la estrategia. Y donde no son nada útiles o no tienen una función todavía que tenga peso, es la generación de confianza y la anticipación a las necesidades del cliente en virtud de un criterio de experiencia que nace de una relación de confianza. Ahí las herramientas no son útiles. Pero desde luego en todas las fases previas son muy útiles.
Me decías ¿Cómo afecta esto a la profesión, cómo a las profesiones jurídicas? Bueno, habría también que distinguir el nivel de desarrollo, de alcance que tienen estas herramientas. Por ejemplo: en la judicatura es muy bajo a día de hoy. Están ahora empezándose los primeros pasos, los primeros trámites para que la justicia pueda disponer de herramientas de automatización y de digitalización plena. Es decir, ni siquiera de Inteligencia Artificial, y algunos elementos predictivos se pueden incorporar y también la legislación que ha sido recientemente reformada procesal, ya habla de ello, pero falta un mundo. Cualquiera que se dé un paseo por los juzgados se da cuenta que falta mucho para que eso sea posible. En la administración pública también hay mucho fraccionamiento, muchas diferencias. Uno va a un municipio pequeño, de 5.000 habitantes de la provincia, bueno de la llamada España despoblada, pues se dará cuenta que la Inteligencia Artificial ni está, ni se le espera. Pero claro, si uno va a la administración general de la administración tributaria o a la Policía Nacional, los niveles de implantación son muy distintos. En la abogacía también hay distintos niveles de implantación que a día de hoy tienen que ver sobre todo con la inversión en medios.
La conformación del mercado de prestación de servicio jurídico es muy diferente en nuestro territorio nacional. Hay despachos que son grandes multinacionales, que tienen capacidad de inversión y que tienen capacidad de desarrollo incluso de sus propias herramientas hechas a medida. Hay despachos que ya tienen trajes a medida con herramientas de Inteligencia Artificial, enormemente útiles para su función, en función también de los asuntos que llevan a más recurrente sea el asunto más volumen pues más se puede utilizar esta herramienta y hay otro tipo de despachos que o bien por tamaño o bien porque hacen una función distinta de una concepción más artesanal de la abogacía incluso en la conformación de sus servicios, pues lo que hacen es comprar estas herramientas en el mercado y ahí ya empieza a haber base de datos, bastante base de datos muy conocidas históricas que las incorporan, que incorporan alguna una capa de Inteligencia Artificial a funciones de análisis de datos. Pero digamos a día de hoy es que es un mundo enormemente diverso en la utilización y en la funcionalidad que se le puede sacar a estas herramientas.
Pregunta: ¿Cómo ha afectado la IA a la precisión y calidad del trabajo legal?
Juan Antonio Carrillo: Yo creo que son preguntas que tienen bastante relación entre sí porque al final uno el provecho que le puede sacar a este tipo de herramientas tiene mucho que ver con sus capacidades y habilidades de manejo y por lo tanto de aprendizaje para sacarle el mayor provecho. Por ejemplo, pongo el ejemplo de la Inteligencia Generativa del chat GPT o de herramientas semejantes Gemini o realmente semejante al chap GPT. Un usuario de nivel inexperto o medio no es capaz de sacarle todo el provecho que la preconfiguración de la herramienta cuando uno tiene un usuario más experto te puede proporcionar. Eso si lo trasladamos al trabajo y a la actividad diaria pues digamos en los productos que hoy existen a nivel de análisis, al primer nivel de utilización de la Inteligencia Artificial que es el análisis de la realidad es decir el análisis del conjunto de hechos, de fuente de jurisprudencia que incide en un determinado problema pues está muy conseguido. A partir de ahí usos suplementarios para la elaboración de fundamentación jurídica o para dar incluso pautas predictivas o estratégicas eso ya va a depender mucho de las capacidades del propio usuario o de la empresa o el despacho que utilice la herramienta.
Pregunta: ¿Cuáles son las principales preocupaciones éticas relacionadas con el uso de la IA en la abogacía?
Juan Antonio Carrillo: Bueno, esa es la gran pregunta. Llevamos años ya hablando de si es una actividad que se tenga o no que regular porque tiene implicaciones éticas que afectan a valores y a derechos que son de los más centrales, los más nucleares, los más esenciales en nuestras constituciones y nuestros textos que reconocen derechos fundamentales como la privacidad, el derecho pues a la imagen, al dato, a la anonimidad del dato o si es una actividad que no necesita una regulación específica porque eso ya está regulado en la legislación sobre protección de datos, en la legislación sobre secreto industrial, comercial, transparencia…, la legislación en definitiva sectorial. Y la opción en Europa ha sido pues regular la Inteligencia Artificial por sus implicaciones éticas. Es el primer ejemplo regulatorio que se ha dado en el mundo, hay algunos ejemplos previos pero no son tan significativos porque no tienen una visión ni global del problema, ni tampoco actualizada. Porque la regulación europea sí ha podido tener en cuenta la emergencia de esta nueva forma de Inteligencia Artificial que se llama Inteligencia Artificial Generativa incluso la Inteligencia Artificial General, la que es capaz de generar en cualquier contexto una respuesta o una contextualización de representación auténtica de la realidad es decir a nivel videográfico, argumentativo, texto etcétera. Se acaba de aprobar y publicar y bueno pues está por ensayarse no pero el modelo de muy sintéticamente de control ético de la inteligencia es el modelo conocido en Europa como gestión de riesgos en los riesgos que consideramos muy potencialmente graves para esos valores, se prohíben. Son muy pocas las que realmente prohíbe el reglamento que además son prohibiciones que tienen todas excepciones. Por ejemplo la imposibilidad de grabación biométrica en tiempo real para el reconocimiento facial o a través del reconocimiento facial de la las personas en su ubicación. Eso está prohibido. Pero está prohibido salvo que haya una necesidad, una causa o un interés público relevante como pudiera ser la seguridad, amenaza de atentado, etcétera, que se permite utilizar. Es decir hay riesgos máximos que están prohibidos con excepciones y hay riesgos bajos que no requieren especial control y una gran gama que sería la parte digamos interesante, importante de la regulación de herramientas que en sus usos pueden generar riesgos que se consideran altos, o riesgos dignos de consideración. Y ahí el mecanismo que ha puesto Europa es la previa certificación por parte de, o a través de parámetros externos de estándares y con la intervención ocasionalmente no siempre de organismos externos que certifican la adaptabilidad de ese instrumento de ese mecanismo a la funcionalidad y al riesgo y por lo tanto lleva un marcado un marcado obligatorio para poderse distribuir esto es importante porque va a transformar el mercado es decir el mercado no es un mercado europeo el mercado es un mercado mundial además es un mercado donde potente es normalmente fuera de Europa es decir en Asia y en Estados Unidos pero la distribución, comercialización de esos productos sistemas y servicios en Europa va a requerir esa adaptación. Eso es lo que se pretende o se llama, se pretende que sea así, el efecto Bruselas. Imponer condiciones que al final defienden o protegen intereses de naturaleza ética y derechos fundamentales en la producción para que el efecto Bruselas se extienda fuera del mercado europeo a la producción de esos productos en el resto del mercado internacional. Eso está por ver ¿eh? Pero este es el modelo que se pretende en Europa.
Pregunta: ¿Cómo ha afectado la IA a la relación entre abogados y clientes?
Juan Antonio Carrillo: Bueno, esa sería una de esas capas o de esas facetas donde al menos de momento la Inteligencia Artificial tiene muy poca utilidad o casi prácticamente ninguna. Quizá en la parte predictiva, es decir le puedes dar al cliente un análisis de probabilidad de éxito o de fracaso de su asunto mayor, sirviéndote auxiliarmente de estas herramientas. Pero eso no es la causa. Ayuda a tomar decisiones, pero no es la causa que permite establecer una relación permanente estable de confianza que no siempre está basada en el éxito judicial o en el éxito de los asuntos, sino en el valor que tiene el acompañamiento y el consejo del profesional al cliente. En ese terreno, gracias a Dios, es donde sigue teniendo valor la profesión al margen de este tipo de herramientas.
Pregunta: ¿Ha habido cambios en la estructura de costos de los servicios legales debido a la IA?
Juan Antonio Carrillo: Pues sin duda, claro que sí porque estas herramientas, salvo las que están muy estandarizadas y digamos son un paquete incluido asociado a una base de datos o a una herramienta que ya está en el mercado se dispone de ella y esto es un plus, pero son de prestaciones muy limitadas, pues a día de hoy, el coste estándar es barato, hacerte de chat gpt profesional son 20 o 22 euros al mes, es decir eso es perfectamente asumible, de hecho hay muchas empresas que lo utilizan no ya en abogacía, sino en otros sectores incluso como herramientas ordinarias de su trabajo con cuentas profesionales. Donde está el coste mayor y esa es la gran utilidad o pudiera serla, es definir productos a medida en función como te decía antes del tipo de trabajo o de especialidad que tenga el despacho en cuestión. Y ahí, la diferencia es entre pobres y ricos. La diferencia es la que en muchos otros sectores se da: el despacho grande con gran estructura de costes puede hacerse esos productos a medida y tener sus chatbox y sus propios herramientas muy adaptadas a su trabajo y le dan utilidad y le dan al final ahorro de coste porque al final es ahorro de mano de obra y los despachos pequeños pues no tenemos esa opción.
Pregunta: ¿Cuál es su visión sobre el futuro de la abogacía en el contexto del continuo desarrollo de la IA?
Juan Antonio Carrillo: Bueno en general con el desarrollo de la Inteligencia Artificial y de la tecnología en su conjunto, pues la profesión está llamada desde luego a transformarse eso es una obviedad y resistirse a eso me parece que expresa poca inteligencia. Y además las nuevas generaciones que se están incorporando al ejercicio de la profesión, ya también demandan formación e incorporan habilidades y competencias que tienen que ver con el manejo de este tipo de herramientas y otras, no solamente de la tecnología de la información, sino de la tecnología de la comunicación, de las relaciones sociales. Hay habilidades que vienen un poco con los tiempos y la profesión se tiene que adaptar a ellas de la mano como te digo sobre todo de la demanda de los jóvenes y del talento que se incorpora a los despachos. Pero también porque el cliente lo pide. Sobre todo cuando el cliente es una empresa o una multinacional que se mueve en ese contexto pues hay que estar para hablar el mismo lenguaje incluso para interrelacionarse documental y tecnológicamente con el cliente. Hay que estar en esa posición de salida y bueno ese es el gran reto, uno de los grandes retos que tienen planteado no solo esta profesión, sino muchas otras que es adaptarse a lo que hay y al mundo que viene.
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